FRASES CON HISTORIA

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Sin duda Roosevelt sabía de lo que hablaba. Cuando murió de una hemorragia cerebral, a los 63 años de edad, lo hizo trabajando en el escritorio del puesto con más poder del planeta, la mesa de presidente de los Estados Unidos, después de haber sido el único en la historia del país que ganó cuatro veces seguidas las elecciones. Un final en lo más alto que nada tuvo que ver con el destino, pero sí, y mucho, con su propio esfuerzo y la lucha contra las circunstancias. Hoy, Franklin D. Roosevelt es sinónimo de tesón, perseverancia y, porque no, de éxito, en la sociedad estadounidense, y por ende en todas las demás.

Nacido en el seno de una familia de aristócratas y terratenientes de los EEUU, todo estuvo de cara para el heredero de la dinastía Roosevelt. Muchos de sus antecesores habían sido políticos, empresarios y oligarcas en general, por lo que el joven Franklin no tuvo problema en aprender varios idiomas o practicar deportes como el tenis, el polo o la hípica. Su madre, sobreprotectora y posesiva, se encargó de que no le faltase de nada. Estudió en Harvard y en Columbia, y se casó con su mujer, Eleanor, a la edad de 23 años. Para entonces, Franklin D. Roosevelt era un joven apuesto, rico y con una carrera prometedora. Parecía predestinado a lo más alto, pero fue al contrario, tuvo que vencer al destino para poder llegar

En Abril de 1909 moría su tercer hijo un mes después de nacer. Fue el que llevaba su mismo nombre: Franklin Delano junior. Cinco años después, su quinto descendiente recibió de nuevo la responsabilidad de cargar con el nombre paterno. Eleanor, una mujer retraída y tímida, asumió el papel de madre y ama de casa, que era todavía mas sacrificado a principios de siglo. Roosevelt, lanzada ya su carrera política como Secretario de la Marina durante la I Guerra Mundial, comenzó a buscar fuera del matrimonio experiencias que saciasen su sed. En 1918 Eleanor descubrirá las infidelidades de su modélico marido. Fue la intervención de su madre, Sara Roosevelt, la que salvó a Franklin de que el escándalo se hiciese público, lo que dada la moral norteamericana, habría significado su fin en la política. Franklin y Eleanor convivieron desde entonces como dos amigos en una situación que beneficiaba a ambos, aunque sólo el orgullo de ella se vio manchado.

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Y entonces, en 1921, llegó el varapalo: Roosevelt contrajo la poliomelitis, una grave enfermedad que afecta al sistema nervioso, y que le dejó paralítico de cintura para abajo. El enérgico y vital Franklin no podría volver a mover las piernas nunca más. Su destino quedaba atado a una silla de ruedas y sus perspectivas de futuro se hacían pedazos. Esta desgracia fue sin duda el punto de inflexión en su vida. Tras asumir su nueva condición, Franklin D. Roosevelt se negó a que este hecho le trastocara todos sus planes. Si el destino le quería inválido, iba a tener que hacer algo más que inutilizarle las piernas. En un astronómico esfuerzo contra las circunstancias, consiguió convencer a todo el mundo de que , poco a poco, se estaba recuperando, si bien esto era científicamente imposible. Se hizo fabricar unas abrazaderas metálicas que sostenían sus piernas rígidas enganchadas a sus caderas, y aprendió a caminar pequeñas distancias. Y aunque la silla de ruedas era parte inevitable de su día a día, se cuidó mucho de que se le viese utilizarla en público. Sus discursos, sus apariciones, los actos en los que participaba… todo estaba preparado al milímetro para que no se notase que el carismático Franklin D. Roosevelt era discapacitado físico, y en cambio todos pudiesen ver lo privilegiado de su mente.

Contra todo pronóstico, logró el cargo de gobernador de Nueva York por el partido demócrata, lo que fue el trampolín para acceder al cargo de presidente de los Estados Unidos en 1932. Una vez allí, Roosevelt tuvo que enfrentarse a situaciones tan dramáticas como la Gran Depresión de los años 30 o la II Guerra Mundial. Pero ya había vencido al destino una vez y sabía lo que significaba luchar contra la adversidad y no dejarse ganar por esta. Posiblemente hubiese cambiado todo su reconocimiento y su gloria por poder dar un paseo sin ayuda; pero posiblemente no hubiese llegado tan lejos sin las lecciones aprendidas de tan traumática situación.

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