MAS ARMAS EN SIRIA

Un ecosistema es, por lo general, algo muy delicado. Las relaciones que se establecen entre los seres vivos y el medio que lo componen son frágiles, y cualquier modificación ajena puede tener efectos devastadores. Roland Lorkowski, un biólogo alemán, trajo a España en 1972 treinta y dos alevines de siluro, un pez depredador de río que llega a medir dos metros y a pesar cien kilos. Lo hizo con el propósito de practicar la pesca deportiva en el pantano de Mequinenza. En la actualidad el siluro se ha instalado en varios ríos españoles, ayudado por la mano del hombre. Allí dónde habita, elimina otras especies y se hace dueño del entorno, sin encontrar ningún obstáculo más allá del sedal de los pescadores. Una vez introducido en el ecosistema, no existe manera de sacarlo.

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Explosión en Damasco.

Siria, a su manera, no deja de ser un delicado ecosistema. Fuerzas de distinto signo luchan por el control de un país en el que la «primavera árabe» dura ya dos años y es mas bien un otoño, porque allí no nacen hojas, mueren. Las tropas del gobierno intentan mantener la situación bajo control, frente a unas milicias rebeldes que han demostrado su capacidad de resistencia. El impacto sobre el entorno es demoledor. Millones de personas son forzadas al exilio o al hambre si tienen suerte, al dolor y a la muerte si no. Campamentos de refugiados se montan en los países fronterizos, a la espera de no se sabe muy bien qué. Miles de años de patrimonio del ser humano se convierten en toneladas de piedra, que sigue sin valer ni una sola gota de la sangre que allí se derrama.

Los países de alrededor se ven también afectados por este avispero surgido en el corazón de Oriente Medio. Vuelve a agitar los instintos de Israel, los de Hezbolá, y aunque estén mas lejos, los de Estados Unidos, los de la Unión Europea, los de Rusia. Son los sirios los que se están jugando la vida, pero son las potencias extranjeras las que están sacando rédito de ello. Poco a poco se va formando un mapa de alianzas dónde todos deben elegir su posición. Como durante la guerra fría, las disputas entre grandes se dirimen en países más pequeños, lejanos, distintos, pero no por ello menos reales. Dentro de esta estrategia, el penúltimo paso a sido dado por los Estados Unidos, al declarar que tiene pruebas irrefutables de que el gobierno sirio está utilizando armas químicas (dónde he oído eso yo antes…), lo que justifica entregar ayuda militar a los rebeldes sirios. Antes, Rusia anunció la venta de misiles a Bashar Al Assad, y mediante Margallo nos enteramos de que la UE, y con ella España, armarán también a los rebeldes. En Indra se frotan las manos.

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Rebeldes sirios ejecutando unos prisioneros.

Son ya noventa mil personas muertas, según la ONU. No parece que llenar aquello de armas vaya a tener ninguna repercusión positiva para los sirios. Y sobre todo, ¿a quiénes se les van a dar las armas? Los rebeldes han demostrado que pueden oponerse con determinación al gobierno de Al Assad. Pero más allá de la empatía que despierta una milicia con participación civil que lucha contra el poder dominante, no parecen tener un proyecto político definido que avale su lucha. Es más bien una mezcla de distintas tendencias de oposición, dónde se mezclan las aspiraciones democráticas más puras y las obligaciones religiosas mas opresivas. La entrega de armas a los rebeldes, como su venta al gobierno, altera profundamente el equilibrio de la zona.

Una vez más, Estados Unidos decidirá sobre el futuro de un país, armando a quién el considere mas afín a su proyecto imperialista. Pero, al igual que con la introducción de especies en un hábitat, esto puede tener consecuencias terribles. El mejor ejemplo lo tenemos muy cerca, en Afganistán, y en una situación muy parecida. Durante la Guerra de Afganistán en los 80, para debilitar a la Unión Soviética,  EEEUU armó y entrenó a una milicia de oposición, los talibanes. Lograron su objetivo inicial, repeler a las tropas soviéticas, pero pronto revelaron su carácter integrista y radical propio de los extremismos religiosos. Actualmente, los talibanes se han consolidado cómo un  grupo fanático que somete al país a una situación de violencia, intolerancia y represión que le impide avanzar en prácticamente todos los aspectos. Son como los siluros que Lorkowski introdujo en el pantano, ejerciendo su dominio absoluto y depredando sin compasión, a la vez que imponen a la sociedad su sistema de creencias. Siria corre el riesgo de acabar en una situación parecida, con grupos armados imponiendo su ley, y quizá no exista sedal que soporte el tirón cuando, si es que al final sucede, derroten a Bashar Al Assad.

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