Categoría: EUROPA

CADÁVERES EN CONSERVA

Ahora puede parecernos grotesco, pero lo cierto es que durante buena parte del siglo XX, los cuerpos embalsamados de líderes comunistas fueron parte de la iconografía revolucionaria mas notoria. El máximo exponente, la momia de Lenin, lleva descansando ya más de 90 años en un mausoleo construido en la Plaza Roja de Moscú para honrar la memoria del personaje más influyente del pasado siglo. Cada día, miles de personas acuden a este lugar, para presentar sus respetos al líder revolucionario o por mera curiosidad: no se ven muertos todos los días (en directo quiero decir, por la tele desgraciadamente sí). De momento parece ser que sus restos van a seguir allí expuestos, si bien la sociedad rusa se ha planteado darle sepultura tras la caída de la Unión Soviética, sin llegar a ningúna conclusión. Su sucesor, Stalin, o mas concretamente su cadáver embalsamado, ocupó durante un tiempo una plaza a su lado, como si quisiera que la muerte equiparase dos trayectorias que en vida habían sido tan diferentes, pero tras el proceso de desestalinización iniciado por Nikita Jruschov, Stalin fue retirado y enterrado detrás de la muralla del Kremlin.

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Vladimir Lenin (izquierda) y Iosif Stalin embalsamados y expuestos en la Plaza Roja de Moscú

En China, el otro bastión comunista después de Rusia, Mao Zedong reposa en su mausoleo en la plaza de Tian´anmen. Allí, como en Moscú, una larga cola de personas espera cada mañana su turno para ver con sus propios ojos el cuerpo del Gran Timonel. Pero al contrario que en Moscú, dónde la mayoría de los visitantes son turistas, aquí son los ciudadanos chinos los que llenan de flores amarillas el vestíbulo como muestra de respeto. Al fin y al cabo, y pese a los errores garrafales del maoísmo, pesaron más los aciertos, y la figura de Mao sigue siendo venerada en China, si bien el sistema económico actual en el país difiere mucho de su doctrina. Otro lugar dónde se forman amplias colas de visitantes locales es la plaza de Ba Dinh, en Hanoi, capital de Vietnam. Aquí descansan los restos del tercer icono comunista, Ho Chi Minh, o tío Ho, como lo conocen afectuosamente los vietnamitas. Este venerable anciano con aspecto de maestro shaolín fue el artífice de la victoria sobre los colonizadores franceses primero, y después el único que ha conseguido una victoria militar en una guerra contra los EEUU. El precio que pagaron por no plegarse a los deseos del tío Sam fue muy elevado, pero la dignidad vale cualquier sacrificio, y hoy día la lucha revolucionaria del Vietcong es un ejemplo para todos y cada uno de los movimientos antiimperialistas en el mundo. Paradójicamente, Ho Chi Minh no pudo ver la victoria final sobre los EEUU, y su cuerpo embalsamado hubo de mantenerse 5 años más en las junglas de Vietnam hasta que pudo ser instalado en su mausoleo.

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Ho Chi Minh (izquierda) y Mao Zedong embalsamados y expuestos en la plaza Ba Dinh y Tian´anmen, respectivamente

La lista no acaba aquí: Georgi Dimitrov o Klement Gottwald fueron tambien embalsamados, aunque sus cuerpos no aguantaron el paso del tiempo por razones biológicas o ideológicas. Además de los anteriores, ha habido otros dirigentes en la misma situación, si bien no pueden considerarse comunistas. Kim il-sung y Kim Jong-il, padre e hijo, reposan ambos en un enorme panteón en Pyongyang. Su sucesor en el gobierno, Kim Jong Un, previsiblemente descansará en el mismo lugar, en la única e inverosímil dinastía socialista de la historia. Agostinho Neto, presidente de Angola, compartió destino con todos los anteriores. Por su parte, Eva Perón tiene el honor de ser la única mujer cuyo cuerpo fue embalsamado.

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En el sentido de las agujas del reloj: los cuerpos embalsamados de Eva Perón, Klement Gottwald, Kim il-Sung y Kim Jong-il.

El por qué de esta solución a la muerte de los líderes de distintos procesos revolucionarios ha sido objeto de debate, máxime cuando la mayoría de ellos rechazaron en vida ser embalsamados al morir, y sus deseos posteriormente olvidados por sus sucesores. La respuesta quizá haya que buscarla en uno de los pilares de la ideología comunista como es el ateísmo. Tras calificar a la religión, muy acertadamente, como el «opio del pueblo», los dioses, los santos y los diferentes guías espirituales dejaron de ser un referente para los seres humanos en estos sistemas políticos, que buscaban liberarse del yugo de la superstición y la ignorancia elevadas a un altar. Pero la necesidad de ejemplos factibles (y reales) que demostraran la posibilidad de este cambio radical en la estructura social de la humanidad convirtió a personas como Lenin o Ho Chi Minh en poco menos que santos seculares, y la relevancia de su obra se fundió con su condición humana.  A este hecho hay que sumarle que, para los sucesores de la obra de estos primeros revolucionarios, siempre es más sencillo apelar a su legado si el cadáver está de cuerpo presente, aunque sea un cuerpo frío, con aspecto de un muñeco de cera, y encerrado en una urna de cristal. Pero no deja de ser contradictorio que movimientos que apelan a la emancipación del ser humano y a la liberación del yugo de la religión, conviertan a sus propios iconos en poco más que el brazo incorrupto de algún santo de medio pelo. Y eso que aún no se les han atribuido milagros…

NO JUZGUÉIS SI NO QUERÉIS QUE OS JUZGUEMOS

audiencia-nacionalletreroEn la calle Génova, más o menos a la altura del cubil del Partido Popular, está la Audiencia Nacional. Este tribunal, de jurisdicción estatal, es la estrella mediática del poder judicial español. En sus salas han sido procesados dictadores y músicos, pasando por un amplio elenco de individuos acusados de quemar una foto o dar dos tiros en la nuca a una persona. Saltan a la vista las diferencias. Sin entrar a valorar los hechos, cabe preguntarse cómo actos a priori tan diferentes pueden ser equiparados con tanta facilidad ante la justicia y presentados por los medios como merecedores del mismo trato. Esta disparidad de criterios viene dada por su carácter de tribunal de excepción.

 La Audiencia Nacional se crea por decreto-ley el mismo día que se suprime el Tribunal de Orden Público de Franco, encargado de castigar los delitos políticos. Fue a través de la Ley de Reforma Política, la última de las leyes fundamentales del franquismo mediante la que se pretendía hacer una «voladura controlada del régimen». Coincidencia o no, lo cierto es que de por sí resulta ilegal crear un órgano judicial por decreto-ley. Y poco ético, si encima quien lo elabora son las cortes franquistas. Además, son presumibles los vínculos de la Audiencia Nacional con el citado Tribunal de Orden Público, empezando por la ubicación, pero sobre todo con el Tribunal Central de lo Penal, un proyecto que no llega a materializarse, pero que sienta las bases del nuevo órgano: centralizar de alguna manera la administración de justicia y facilitar su uso en «casos excepcionales». Uno de los nombres que se barajó fue precisamente el de Audiencia Nacional.

 Las competencias que se le atribuyen a la AN quedan vagamente delimitadas en el ordenamiento jurídico, si bien su función principal será, juzgar los delitos tipificados como terrorismo, en un momento en el que ETA era de gatillo fácil, y los malogrados GRAPO intentaban la vía armada. Por eso no fue difícil dotar a la Audiencia Nacional de los instrumentos necesarios para procesar estos actos, entre ellos la incomunicación o «técnicas de persuasión». Además, este tribunal tiene competencias sobre muchas otras causas que vienen determinadas poco menos que al libre albedrío. Así, pudimos ver a Eric Stern y Jaume Roura procesados por quemar fotografías de Juan Carlos y Sofía en un acto independentista en Girona, porque los delitos contra la monarquía los juzga la Audiencia Nacional. En cambio, va a ser más difícil ver allí a Iñaki Urdangarín, porque los delitos cometidos por la monarquía no los consideran de su incumbencia. El juez Ismael Moreno rechazó aceptar la causa en la AN y la derivó al juzgado de Palma. Quizá con el tiempo se enteren de que el mayor ataque a la monarquía española desde el 78 ha sido el caso Noós, y entonces sí, veamos a Iñaki juzgado en la AN.

 A la amalgama de competencias que poseen hay que sumar el crimen organizado, el narcotráfico, la falsificación de moneda, impugnación de convenios colectivos, recursos contencioso-administrativos del gobierno o crímenes cometidos fuera del territorio español contra ciudadanos españoles. Fue precisamente esta disposición la que permitió enjuiciar al dictador chileno Augusto Pinochet, en uno de los procesos destacados de este tribunal. Lástima que lo que es válido para Chile no lo sea para España, y aquí los crímenes del franquismo siguen sin ser juzgados (ya no digo condenados…). Lo intentó Baltasar Garzón en ambos casos, uno de esos jueces marca de la casa que gustan del poder salomónico que otorga el juzgado de instrucción de la AN. La respuesta fue clara: aquí puedes jugar a lo que tú quieras, pero con nuestras normas.

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La banda musical S.A. declara en la Audiencia Nacional

En los bancos de madera de la AN se ha sentado Txapote, el etarra que mató, entre otros, a Miguel Angel Blanco. Y también Manel F., un genial humorista gráfico, por la portada de El Jueves en la que Felipe le da amor a Letizia. Se ha sentado Rodrigo Rato, a declarar por el mayor pufo de nuestra joven dictacracia. Y Juan, cantante de S.A., por las letras de sus canciones. Se ha sentado Díaz Ferrán, un empresario estafador y sin escrúpulos, y también muchas personas acusadas de delitos contra la organización del Estado por hacer lo que deberíamos estar haciendo todos: rebelarnos. Ante semejante vara de medir, vaya usted a saber. Jorge Fernández Díaz, ministro de interior, ya dejo entrever que el aborto «tenía algo que ver con ETA«. De ahí a la Audiencia, es cuestión de paciencia…

LA DIVISIÓN AZUL NOS PONE ROJOS

Junio de 1941. En la cima de su poder, con Europa subyugada a sus pies, Hitler se cree invencible. Francia ha caído, Inglaterra parece seguir el mismo camino, y el dictador alemán se ve capaz de triunfar dónde Napoleón fracasó: comienza la invasión de la URSS. Muy lejos de Berlín, en España, la noticia es recibida con regocijo por los jerarcas franquistas. La ocasión se presenta en bandeja para devolver a los nazis el capote que les echaron en la Guerra Civil, cuando la Legión Cóndor se desplazó a la península para apoyar a Franco en su lucha contra la II República. En un principió se planteó enviar una división del maltrecho ejército español, pero eso implicaría entrar oficialmente en guerra. Era mucho más sensato enviar una división de voluntarios, que se subordinasen a la Wehrmacht, el ejército nazi de tierra (juramento de fidelidad al Führer incluido), de forma que si algo salía mal, aquí paz y después gloria. Ramón Serrano Suñer, el cuñadísimo de Franco y un declarado germanófilo, se puso su traje blanco de los domingos y se dirigió a los españoles. «…No es hora de discursos, pero sí de que la Falange dicte en estos momentos su sentencia condenatoria: ¡Rusia es culpable!…«

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Oficina de la División Azul en la Estación del Norte

Con este alegato quedaba abierto el proceso de alistamiento voluntario para la «250 Einheit Spanischer Freiwilliger«, que se conocería popularmente como la División Azul, por el color de las camisas de los falangistas. 18000 personas respondieron a la llamada, principalmente militares y jóvenes universitarios afiliados al SEU, un sindicato estudiantil de la falange. Por aquel entonces ya no quedaban muchos rojos para fusilar en España, y los fascistas españoles no querían perderse esta oportunidad. Pero no es lo mismo asesinar de un tiro en la nuca a un hombre desarmado y arrodillado en la tapia de un cementerio que enfrentarse cara a cara al Ejército Rojo en la estepa rusa y con temperaturas bajo cero. Lo que en un principio parecía una victoria segura del fascismo sobre el comunismo resultó ser la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, y los españoles pudieron anticipar la sensación que más tarde revivirían con cada evento futbolístico internacional (hasta el 2008): muchas expectativas, muy pocos resultados. Su actividad estuvo relegada al norte del frente oriental, donde participaron en el sitio de Leningrado. Los alemanes veían a los españoles como una fuerza entusiasta pero indisciplinada y poco cuidadosa con el equipo y el material, lo que propició que la confianza del alto mando alemán en la División Azul fuese relativa. Su estancia de dos años en la Unión Soviética acabó con más pena que gloria, y alrededor de 8000 divisionarios españoles quedaron para siempre enterrados en tierras rusas.

De aquello han pasado ya más de 70 años. Forma parte de nuestra historia, nos guste o no: España colaboró con el mayor genocida que jamás haya existido, y combatió a su lado durante la Segunda Guerra Mundial. Desde luego, no es para estar orgullosos. Por eso no deja de resultar sorprendente que el pasado 11 de Mayo, la delegada del gobierno de Cataluña, María de los Llanos de Luna, entregase a la Hermandad de la División Azul un diploma de reconocimiento en un acto de la Guardia Civil. ¿Nos hemos vuelto locos? Hace apenas dos meses, María Dolores de Cospedal tildaba de nazis a los miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Ahora, a los nazis de verdad se les reconoce su labor con un diploma. Y claro, en Europa alucinan. Como para no. Aquí, al sur de Pirineos, ensalzamos la figura del fascismo, el mismo que liquidaba judíos, gitanos, socialistas, comunistas, demócratas, liberales, y casi todo lo que no fuesen otros fascistas. Al otro lado de la cordillera saben perfectamente lo que significó la esvástica, y a ningún dirigente político en su sano juicio se le ocurriría defender semejante despropósito. Una vez más, Spanien ist anders.

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Entrega del diploma a la Hermandad de la División Azul

Para finalizar, una reflexión: pongamos por caso que la División Azul hubiese tenido una actuación brillante en los combates, y que los nazis hubiesen derrotado al Ejército Rojo en Leningrado, Stalingrado y Moscú, ganando por tanto la Segunda Guerra Mundial. Habríamos sido una ayuda para que el nazismo se impusiera en toda Europa, y tendríamos una responsabilidad, por pequeña que fuese, en el holocausto, en la eugenesia, en la represión y en la xenofobia que, sin duda, imperarían. ¿Seguiríamos homenajeando a estos individuos? Me da miedo pensar la respuesta…

«EL TIEMPO DE LOS HÉROES», JAVIER REVERTE

«Toda nación que cuenta con una gran epopeya en su historia tiene el deber de crear literatura sobre ella«. Con esta premisa, Javier Reverte, escritor madrileño, acomete la difícil tarea de escribir una novela sobre la Guerra Civil, ese conflicto tan nuestro y a la vez tan internacional que empezó en el 36 y que, aunque oficialmente acabó en el 39, aún hoy sigue dejándose notar en la sociedad española. Como eje, ha elegido a uno de los personajes más emblemáticos del conflicto: el general del ejército republicano Juan Guilloto León, «Modesto», del que repasa su trayectoria durante los tres años de combates, manteniendo un buen nivel de rigor histórico y permitiéndose a la vez licencias, que para eso es su novela.

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Nacido en el Puerto de Santa María, dónde trabajó en un aserradero, Modesto se afilia al Partido Comunista en 1930, y durante la II República viaja a la Academia Frunze de Moscú, dónde recibe instrucción militar básica. De vuelta a Madrid, pronto se destaca al mando de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC), creadas en 1934, durante el gobierno derechista de la CEDA, para contrarrestar el pistolerismo fascista. Tras el golpe militar del 18 de Julio, Modesto hace gala de una actitud intachable. Ayuda a sofocar la rebelión en el Cuartel de la Montaña de Madrid, y se encuadra, al igual que las MAOC, en el Quinto Regimiento. A partir de aquí su ascensión es fulgurante, participando en las batallas más importantes de la Guerra Civil: la defensa de Madrid, Brunete, Belchite, Teruel… dónde sus éxitos tácticos y organizativos se ven ensombrecidos por el dominio de los sediciosos en el terreno bélico. Su consagración llega en el verano de 1938, cuando, con el rango de teniente coronel, se pone al mando del Ejército del Ebro, en uno de los últimos intentos de la República por ganar la guerra, o al menos por no perderla. Pese al éxito inical de la ofensiva, los franquistas acaban expulsando a las tropas republicanas de nuevo al otro lado del río tras 4 meses de combates. La suerte estaba echada, y aún con la determinación de los comunistas, entre ellos Modesto, por resistir hasta el comienzo de la II Guerra Mundial, Franco gana la guerra el 1 de Abril de 1939, con la inestimable ayuda del general Segismundo Casado, el socialista Julián Besteiro y los anarquistas de Cipriano Mera, que se rebelaron en Madrid contra el gobierno de Negrín para entregarse al enemigo.

La derrota supuso el exilio para todos aquellos que habían defendido la libertad con sangre durante los tres años de conflicto, y Modesto se dirigió a la Unión Soviética, dónde su experiencia sería útil en la organización del Ejérctio Rojo para poder combatir a Hitler. Con el fin de los conflictos, Modesto demostró que se movía mejor en las trincheras que en los despachos, y quedó al margen de las pugnas internas en el PCE por hacerse con el poder. Prefirió un retiro tranquilo en Praga, dónde moriría en 1969, sin haber vuelto a ver su tierra en la bahía de Cádiz.

Dada la talla de este personaje, novelar su biografía es una tarea arriesgada. Javier Reverte la acomete con tesón y voluntad, y es de agradecer su intención por recuperar la memoria de héroes olvidados durante tanto tiempo. Pero, sin desmerecer su trabajo, no logra evitar caer en lugares comunes y en tópicos guerracivilistas, que restan interés al análisis histórico. En ocasiones, llega a resultar incluso ofensivo para la memoria de los que fueron compañeros de armas de Modesto. Destaca su empeño en enfrentar constantemente al gaditano con Enrique Líster, otro destacado militar republicano surgido de las milicias, que se nos presenta como un bufón al que compara constantemente con el protagonista para ensalzar sus cualidades. Tampoco el anarquismo sale bien parado, haciéndose de él un retrato sesgado bajo unos criterios simplistas.

Pero en «El tiempo de los héroes» no se pretende en ningún momento ser objetivo ni verídico, ni subjetivo ni falso. Es sólo una novela escrita sobre un personaje, y en estos casos el escritor se reserva el derecho a interpretarle a su gusto. Igual que un actor, Javier Reverte se mete en la piel de Juan Guilloto León, e interpreta su propio «Modesto», se mete en su cabeza e inventa sus preguntas, sus respuestas, sus reacciones… No está mal, pero no es de Óscar.

LA MALA EDUCACIÓN

Me permito tomar prestado el título a Pedro Almodóvar, de una película que no he visto. Del tema a tratar tampoco estoy muy documentado, así que todo cuadra. La educación es sin duda compleja. Los modales no, saber estar es algo relativamente sencillo. Lo complejo es la Educación con mayúscula, la que forma al individuo, lo dota de herramientas para aprovechar mejor su existencia y lo convierte en útil para la sociedad. Con todo lo que esto implica.

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Jose Ignacio Wert, Ministro de Educación y artífice de la LOMCE.

Suenan tambores de guerra en las aulas. La reforma educativa ha puesto en pie a profesores, alumnos, padres, madres, y ciudadanos en general, en otro frente abierto en el asalto del Capital (¿que es eso de «los mercados»?) al sector público, y de la religión a la laicidad del Estado. La LOMCE está hecha al gusto del partido que gobierna, y no son buenos tiempos para la lírica, ahora se llevan los números. Pero sería de inocentes sorprenderse. Desde la publicación de aquella estupenda obra de ficción llamada Constitución Española de 1978, hemos vivido un baile de siglas, todas tan parecidas (LOGSE, LODE, LOCE, LOE) que hasta se agradeció el literario nombre del «Plan Bolonia». Llegaban, agitaban los pasillos y las conciencias de los adolescentes, el telediario se hacía eco de su disconformidad sin profundizar en los motivos y luego caían como una losa sobre el programa educativo, enfangando más que ayudando. Y de paso, favoreciendo un enfoque mercantilista de la enseñanza, en dónde se la quiere poner a dar beneficios como si de un fondo de inversión se tratase.

Modelar un sistema educativo que complemente al sistema económico es el sueño húmedo de Don Dinero, y aunque sus esbirros son pocos y cobardes, ocupan los puestos cruciales. Nadie dude que la nueva reforma nos la vamos a comer con patatas, pero con la de mierda que tragamos, una mas… ¿no? No. El colegio no es una cosa de niños. Muy pocas cosas nos van a acompañar hasta que seamos viejos, pero una de ellas será la educación recibida. Moriremos sabiendo quien fue Ghandi, que descubrió Pasteur, que escribió Shakespeare, por qué llueve o cómo se hace una regla de tres. Los más afortunados, además, guardarán recuerdos nítidos de los años en los que lo aprendieron, cuando el mundo cabía en un patio y duraba lo que un recreo. Por eso es tan importante que lo que aprendamos esos años, lo que ya no olvidaremos, no este regido por intereses de ningún tipo, y mucho menos económicos o ideológicos. La falsa idea de la productividad, valorada en beneficios, no tiene cabida en las instituciones de enseñanza, ni primaria ni superior, porque su labor no debería tener nada que ver con cochinos euros. Su labor es formar a los ciudadanos que, luego sí, contribuirán productivamente a la sociedad de la manera que estimen oportuna en función de su criterio.

Igualmente, los métodos y los programas de enseñanza deben ser revisados. Revisados por profesores y pedagogos, no por políticos. Y mucho menos por curas. España ya tuvo su propia travesía por el desierto, 40 años de nacional-catolicismo que llenó las aulas de crucifijos y las vació de ciencia y de cultura. Adán sutituyó a Darwin y Eva a Marie Curie. Parecía que habíamos dejado atrás esos tiempos, pero ahora, los herederos del legado de Franco quieren volver a imponer sus dogmas donde más daño pueden hacer: en las inocentes y aún en fase de formación, cabezas de nuestros hijos, hermanos, sobrinos o vecinos. Y una cosa es respetar las creencias de los demás en el ámbito privado y otra cosa muy distinta es imponérserlas al conjunto.

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Dicen que necesitamos una reforma educativa. Yo no lo creo así. Necesitamos una revolución educativa. Un cambio radical en la manera de transmitir a futuras generaciones los conocimientos necesarios para su desarrollo. Basta ya de fomentar la competitividad y la exclusión. Bienvenido sea un enfoque social e igualitario. Basta ya de «¿A cuanto tiene que vender Jaimito las manzanas para obtener X pesetas?». Es momento de «Cuantas manzanas tiene que plantar Jaimito para poder dar una a cada habitante de su pueblo?». Otro gallo nos cantaría.

MI, NUESTRA, SU

Van armados y reciben órdenes. Tranquilos todos, esas órdenes, en teoría, se las damos nosotros. Bueno, nosotros damos órdenes a los tipos que tienen que dar las órdenes a estos primeros tipos. No, a ver, nosotros «elegimos» a los tipos que luego dan las órdenes a los de las pistolas, a través de un sistema de sufragi… bueno, que hablamos de la Policía, así sabemos bien por dónde van los tiros.

La búsqueda de protección en la sociedad es tan antigua como la propia sociedad. El ser humano quiere encontrar ayuda física para resolver sus conflictos con otros ciudadanos. Es lógico que en una comunidad no todo el mundo se comporta de una manera correcta y desarrollar mecanismos de control resulta beneficioso para el colectivo. Pronto estos mecanismos se incorporan a las civilizaciones, y se hacen fundamentales en la organización de los Estados. O de los reinos, como era el caso de la España decimonónica. Allí fecha el Cuerpo Nacional de Policía sus orígenes, según su página web. Más concretamente, en la Real Cédula del rey Fernando VII de Borbón, en Enero de 1824. Donde dice:

Entre las atenciones que al verme restituido a la plenitud de los derechos legítimos de MI soberanía, reclaman con urgencia MI paternal solicitud, he considerado como una de las mas importantes el arreglo de la policía de MIS reinos, la cual debe hacerme conocer la opinión y las necesidades de MIS pueblos, e indicarme los medios de reprimir el espíritu de sedición, de extirpar los elementos de discordia, y de desobstruir todos los manantiales de prosperidad.» De las múltiples interpretaciones del texto, me quedo con una: el MI.

Naturalmente, de eso han pasado 190 años.  Pero aún ocurre con frecuencia en las sociedades avanzadas, que esa labor de protección colectiva de la que hablábamos se entrega al poder sin contrapartida, o bien este la absorbe sin remisión, pasando a ser SU policía. Por supuesto, seguirá cumpliendo las funciones de seguridad ciudadana para las que está encomendada. Desde el mas banal papeleo a complejas operaciones mucho mas serias, donde además merecen ser felicitados por su trabajo. No debemos olvidar que a día hoy, desgraciadamente, el mundo sería todavía un poco más difícil sin maderos.

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Pero, en última instancia, están subordinados al Ministerio del Interior y no a la ciudadanía. Dejan de ser las Fuerzas y Cuerpos de seguridad del Estado para convertirse en las del gobierno. Por tanto, el gobierno puede disponer de ellas a su antojo para las tareas que así lo requieran. El problema surge cuando estas tareas entran conflicto con la obligación de garantizar la seguridad ciudadana. Por ejemplo, en una situación cómo la que atraviesa España, dónde desde la monarquía hasta el conserje del 13 de la calle Génova están expoliando ese Estado del que, dicen, formamos parte, la policía debería garantizar NUESTRA seguridad deteniendo a los autores de tan lamentables crímenes. Pero, en lugar de eso, no sólo protegen a los criminales, sino que son utilizados en contra de los propios ciudadanos, para echarles de sus casas, reprimirles en la protesta social y evitar por todos los medios que se produzcan los cambios que el sistema necesita. Ojo, las quejas de uso indebido de los cuerpos policiales no sólo vienen de abajo. ¿Acaso el PP no acusó a Rubalcaba de dirigir acciones orquestadas contra su partido? ¿y los GAL? No es nada nuevo, lo sabía Fernando VII, y lo sabe Jorge Fernández Díaz.

No seré yo el que dude de la bondad del ser humano. Los individuos que están dentro de los uniformes no dejan de ser trabajadores, y como tal, los habrá honrados y sinvergüenzas, buenos y malos, listos y tontos, de derechas o no… Son piezas de un engranaje, cómo cualquier otra persona, y ellos no son los culpables. Pero deben ser conscientes de que hoy por hoy, sirven a quien sirven. El Estado español está muy lejos de ser el Pueblo español, y por lo tanto la policía del Estado español está muy lejos de ser la policía del Pueblo español.

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Página web del Cuerpo Nacional de Policía                             Real Cédula de Enero de 1824

JUAN MARCH, LOS NEGOCIOS DE LA GUERRA.

A lo largo de la historia, podemos encontrar personajes muy dados a exhibirse. Les gusta la fama, copan las conversaciones y las portadas y buscan siempre el primer plano, muchas veces supliendo con este reconocimiento popular su falta real de poder o de relevancia en términos históricos. De igual manera, hay otros individuos que rehuyen de plano esta visibilidad, eligiendo las sombras de la incertidumbre para moverse y realizar sus actividades. Esa posición es mucho más cómoda si realmente se ostenta poder, pues no es necesario dejarse ver para ejercerlo, y evita que se encuentren en la diana de la opinión pública. Y si encima las actividades a las que se dedican son ilícitas, sólo un bobo se pondría debajo de los focos teniendo detrás la seguridad de las bambalinas.

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Juan March Ordinas, Mallorca 1880- Madrid 1962

Juan March Ordinas, nacido en 1880, no era ningún bobo. Inculto, quizá, pero con tanta inteligencia como pocos escrúpulos. Este empresario mallorquín «hecho a sí mismo», como gusta el capitalismo denominar a sus cachorros, fue capaz de salir de su pequeño pueblo en la isla de Mallorca y convertirse presuntamente en la séptima fortuna del mundo, si bien en el turbio mundo de las finanzas nunca se sabe, pudo ser mucho menos, o mucho más. Para ello, el conocido cómo Verga en su pueblo por la vara que su padre usaba en la cría de cerdos, tiró de repertorio. Un poco de dinero aquí, unas tierras allá, contactos en lo más alto y también en lo más bajo, y pronto era el rey del contrabando de tabaco en España.

La llegada de la I Guerra Mundial fue como una lluvia de maná para sus arcas, y negoció indistintamente con los alemanes y los británicos, sacando jugosas tajadas por el «esfuerzo». Durante la II Guerra Mundial, más de lo mismo. Este es un rasgo que le acompañaría toda su vida: incluso habiendo estado  metido en política, habiendo participado económicamente en la guerra y habiendo sido un apoyo del franquismo, tanto al principio como al final, la única lealtad que Juan March conocía era para les pessetes. En su historial, además, cuenta con sospechas fundadas de asesinato, conspiración, e incluso una fuga de la cárcel de Alcalá de Henares en 1933, primera y única vez que pisaría un calabozo después de que la II República consiguiera encerrarle debido a sus actividades económicas irregulares. Como venganza, el mallorquín financiaría años más tarde el golpe de estado del 18 de Julio del 36, siendo su dinero un factor clave para la victoria de Franco. Quien crea que lo hizo por convicciones, yerra. March sólo sabía pensar en el beneficio económico.

Más de 50 años después de su muerte, su figura sigue siendo un enigma. Poca gente conoce realmente quién fue Juan March, y poco más sabemos de él aparte de que a su muerte legó una fundación, a la manera de Rockefeller o Carnegie, para pasar a la historia como un filántropo y no como un vulgar mafioso. Pero no es el único vestigio del apellido March. La Banca March sigue funcionando en nuestros días, con grandes inversiones en los principales grupos empresariales españoles. Indra, Acerinox, ACS o Prosegur cuentan con importantes sumas de capital provenientes del imperio del Verga. En un intento por esclarecer los hechos que rodean a este controvertido personaje, la cadena de television catalana TV3 ha realizado el documental «Juan March, los negocios de la guerra«, del que podéis ver la versión en castellano un poco más abajo. En él, gracias al acceso a archivos desclasificados recientemente, se prueban no sólo los turbios negocios de March, sino también su falta de toda ética. El propio Winston Curchill no dudó en afirmar que era un «facineroso de la peor calaña»…justo antes de decir que sus intereses comerciales estaban de parte de Inglaterra, por lo que era válido cómo aliado. Los nazis hicieron la misma apreciación. El dinero no entiende ni de colores ni de moral. O dicho de otro modo, la pela es la pela.

EL ÁGUILA Y LOS «AGUILILLAS»

Que hubo (y hay) gente muy satisfecha con el franquismo que dirigió España durante 40 años es una evidencia. No hablo de ignorantes que gritan en un partido de fútbol, ni de lectores de las novelas de ficción que escribe Pío Moa, ni de mis abuelos. Hablo de «los privilegiados», personas de la órbita del poder franquista que alimentaron sus arcas de las migas que rascaban a la maquinaria nacional-catolica. Empresarios, militares, aristócratas, curas, falangistas… Todos obtuvieron sus prebendas, las 30 monedas de plata que dió Francisco Franco a aquellos que hicieron posible su triunfo, porque fue suyo y de nadie más, a costa de traicionar a su patria, si, como suena. Se habla de estancos cedidos a familias afines a la dictadura para su explotación. Y están los colegios cedidos a la Iglesia, para su explotación. Y la tierra entregada a la aristocracia, también para su explotación, aunque el que se dejara las manos en el campo fuera otro.

Pasaron los años. El país, dirigido siempre por el (los) mismo (s), iba cambiando sus formas pero no sus modos. A la autarquía de posguerra le siguió la apertura de comienzos de los 60, a la vera de un presidente estadounidense al que le gustaba tanto el cerril anticomunismo de Franco que hacía por no ver la represión a la que sometía a la población, o mas probablemente le daba igual. Y a esta apertura le siguieron una serie de «oportunidades» que no tardaron en acabar en manos de lo que entonces se llamaba tecnocracia pero siempre fue el Opus Dei.

Así las cosas, Franco envejecía pescando languidamente en algún río mientras sus más cercanos se llenaban los bolsillos y todos los demás no podían ni pisar el césped ni hacer una huelga, y con la izquierda ni coger el lápiz. España seguía siendo, treinta años después de la II Guerra Mundial, una dictadura heredera del auge del fascismo en los años 30. Pero nada dura para siempre, y la transición en España no se llamó ni Adolfo Suárez ni Juan Carlos I, sino Operación Ogro, la bomba que ETA colocó debajo de una alcantarilla haciendo saltar por los aires al sucesor de Franco en el gobierno, el almirante Carrero Blanco. Sólo entonces se planteó al Borbón como próximo Jefe del Estado en España.

De repente la dictadura estaba tan moribunda como su líder. Las Familias del franquismo, y no me refiero a las cartas, pusieron sus barbas a remojar a toda prisa mientras veían cuajar la Revolución de los Claveles en Portugal, un vecino al que no saludamos ni en el ascensor, pero que se parece mucho a nosotros. El anuncio de Arias Navarro, entonces presidente del gobierno, de la muerte de Paco fue el pistoletazo de salida de una carrera que bien podría ser un remake del mundo loco de Stanley Kramer. El dinero estaba al otro lado, en la democracia, ¿cómo no podían verlo esos obtusos del Búnker? Gracias a Dios y a Escrivá de Balaguer los había más espabilados, y un energético y todavía inteligible Manuel Fraga se ponía manos a la obra y daba forma a Alianza Popular. Recopilar a un buen puñado de ex-ministros franquistas y sentarlos en el congreso no le fue muy difícil. Pronto llegaron refuerzos, sangre nueva vistiendo camisas viejas pero actualizadas, que sustituyeron el cara al sol saludando con maletines al floreciente liberalismo económico, monárquico y vertical, más cómodo que la severa vigilancia del águila. Para cuando Alianza Popular cambiaba su nombre por Partido Popular, aquello era ya un buen nido de «aguilillas», que se repartían la carnaza con buitres socialistas obreros españoles. De gaviotas, nada de nada.

 

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14 DE ABRIL

Las efemérides son un buen recurso para periodistas. Preguntad en cualquier redacción y veréis que a más de uno le han salvado el culo alguna vez para rellenar esas líneas que se resistían o ese espacio entre anuncio y anuncio cuando ya no quedaban anuncios para poner. Pero entrañan riesgos. El principal, a mi juicio, es el hecho de que como por arte de magia, todo lo que se convierte en efeméride pasa a ser cosa del pasado, un suceso antiguo, viejo, sin capacidad para influir en el presente y mucho menos modificar el futuro. Y esto no es así. Por eso, hoy, 14 de Abril, no quiero hacer una efemérides de la Segunda República Española, si no revindicar la Segunda República Española. «La Causa», como la llamaron todos aquellos hombres y mujeres que fueron capaces de luchar por una, algo tan difícil de encontrar en los tiempos modernos que nos absorben la vida a través de un teclado y nos la devuelven a través de una pantalla, convertida en ceros y unos que digerimos cómodamente en un sofá de fabricación sueca.

La Segunda República llegó por sorpresa, casi sin avisar, como el hijo fruto de la pasión y no de la prudencia. Pero sólo un necio como Alfonso XIII, el abuelo de nuestro querido y campechano Juan Carlos I, no hubiera sabido ver las miradas de complicidad que  se lanzaban entre todos aquellos que estaban hartos del largo otoño monárquico y el invierno dictatorial, y ansiaban ver florecer la primavera tricolor. Por eso las elecciones municipales de 1931 arrojaron un resultado tan claro: la población de las principales ciudades españolas, dónde el voto no estaba controlado por caciques u oligarcas y la Iglesia no tenia tanto poder, quería ver el seno firme de la libertad y no el bigote pulcramente recortado de la indecencia. Técnicamente, es cierto, las candidaturas monárquicas obtuvieron mas votos que las republicanas. Pero el proceso ya era irreversible, y las ciudades se llenaron de gente que festejaba el cambio de régimen. La corona huyó por la puerta de atrás, y una coalición de intelectuales, tanto de izquierdas como de derechas, organizaron el nuevo modelo que sustituiría a la corrupción y el clientelismo reinante. No fue una tarea fácil.

Nueve años después, la joven República moría a manos de la vieja oligarquía castrense. ¿Que pasó entre medias? Tras un comienzo esperanzador, las diferentes tendencias políticas se organizaron dentro del mismo engranaje. Pronto se definió un mapa político dónde quedaba claro el deseo de implantar profundos cambios sociales. Pero la separación entre la Iglesia y el Estado, el derecho a voto de las mujeres, una educación basada en la ciencia y no en la religión o la redistribución de la riqueza no eran vistas con buenos ojos por aquellos que miraban desde una posición privilegiada. La polarización de la sociedad se hizo cada vez más evidente, y la retórica belicista pronto caló entre la población. Todo no podía ser, y ante la decisión del pueblo de elegir al Frente Popular como sus legítimos representantes, el ejército impuso su ley, dando un golpe de estado el 18 de Julio que condujo a la guerra mas cruenta en la historia de nuestro país. Tres años después, la República era entregada a Franco para que la sacrificase en el altar del fascismo que entonces se hacía fuerte en toda Europa. Que hubiese ocurrido de haber ganado la guerra nunca podremos saberlo. Pero podemos volver a intentarlo ¡Salud y República!

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CÁDIZ, TACITA DE PLATA

Rodeada de agua y piedra, Cádiz espera a que se la visite, sin hacer ruido nada más que en Carnaval, cuando más se gusta a sí misma. Situada en el extremo suroccidental de la Península Ibérica, puede parecer alejada, distante, pero es una concepción errónea: Cádiz es una de las ciudades más importantes en la historia de España, y no son pocos los acontecimientos que se han desarrollado en sus entrañas.

Empecemos por el principio: Gádir, cómo la llamaron los fenicios, fue fundada en el siglo XII A.C. por este pueblo marinero y comerciante que encontró en su ubicación geográfica una inmejorable plaza desde la que lanzar sus expediciones. Entre el Atlántico y el Mediterráneo, entre África y Europa: que más se puede pedir. Estas condiciones forjaron la idiosincrasia de la ciudad: Cádiz vive de y para el mar. La pesca o las actividades portuarias consistieron durante años en su principal actividad económica, más aún con el dominio colonial español tras el descubrimiento de América en 1492.

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Vista general de la ciudad de Cádiz.

Con la conquista que sucedió a los viajes de Cristobal Colón llegarían los años dorados para la ciudad: España necesitaba puertos desde los que zarpar rumbo al Nuevo Mundo, y dónde recibir los barcos cargados de oro y materias primas que volvían de él. Cádiz, por su clima y su ubicación, cumplía a las mil maravillas las condiciones necesarias para la corona española, convirtiéndose así en la plaza de referencia a la hora de tratar con los territorios de ultramar. Su estatus la convirtió en el blanco de piratas como Barbarroja o corsarios como Francis Drake (este último a sueldo de la corona británica) y más tarde fue tomada por una escuadra anglo-holandesa al mando del almirante Charles Howard. Era obvio que la ciudad necesitaba protección, y se inicia la construcción de una muralla que se acabaría en el siglo XVIII y de la que aún quedan testigos, como la Puerta de Tierra que separa el casco antiguo de la zona de extramuros.

Este ir y venir de barcos provocó el ir y venir de gentes de toda índole, condición social y posicionamiento político, aportando a Cádiz pluralismo y multiculturalidad, caldo de cultivo del Liberalismo. En efecto, Cádiz fue el mas importante núcleo liberal en la oscura España de principios del XIX. Allí se proclamó La Pepa, la primera constitución de la historia de España, en 1812. Allí recaló también el general liberal Rafael del Riego durante su periplo por Andalucía en busca de apoyos para la implantación de la Constitución en 1820. Tras un comienzo incierto, su pronunciamiento fue finalmente seguido por el pueblo, obligando al monarca absolutista Fernando VII a firmarla, y dando lugar a la canción satírica Trágala. Poco duró la ilusión constucional, ya que tres años después se encargaría de abolirla por la fuerza. La Gloriosa, revolución de corte democrático e intenciones republicanas que se inició en 1868, nace también en los cuarteles gaditanos.

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La promulgación de la Constitución de 1812, cuadro pintado en 1912 por el pintor gaditano Salvador Viniegra.

A Cádiz, no obstante, le quedaba ya poco tiempo de esplendor. Con la paulatina independencia de las colonias en América perdió poder, y tras el desastre del 98 comienza la etapa más dura para la ciudad, con el cierre de astilleros y el aumento del paro. Sólo el turismo ha logrado mitigar estas circunstancias, gracias a los encantos naturales de la provincia más meridional de España y al descomunal patrimonio histórico y cultural de la zona, siempre dispuesto a contarte una historia nueva cada vez que lo visitas.