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CADÁVERES EN CONSERVA

Ahora puede parecernos grotesco, pero lo cierto es que durante buena parte del siglo XX, los cuerpos embalsamados de líderes comunistas fueron parte de la iconografía revolucionaria mas notoria. El máximo exponente, la momia de Lenin, lleva descansando ya más de 90 años en un mausoleo construido en la Plaza Roja de Moscú para honrar la memoria del personaje más influyente del pasado siglo. Cada día, miles de personas acuden a este lugar, para presentar sus respetos al líder revolucionario o por mera curiosidad: no se ven muertos todos los días (en directo quiero decir, por la tele desgraciadamente sí). De momento parece ser que sus restos van a seguir allí expuestos, si bien la sociedad rusa se ha planteado darle sepultura tras la caída de la Unión Soviética, sin llegar a ningúna conclusión. Su sucesor, Stalin, o mas concretamente su cadáver embalsamado, ocupó durante un tiempo una plaza a su lado, como si quisiera que la muerte equiparase dos trayectorias que en vida habían sido tan diferentes, pero tras el proceso de desestalinización iniciado por Nikita Jruschov, Stalin fue retirado y enterrado detrás de la muralla del Kremlin.

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Vladimir Lenin (izquierda) y Iosif Stalin embalsamados y expuestos en la Plaza Roja de Moscú

En China, el otro bastión comunista después de Rusia, Mao Zedong reposa en su mausoleo en la plaza de Tian´anmen. Allí, como en Moscú, una larga cola de personas espera cada mañana su turno para ver con sus propios ojos el cuerpo del Gran Timonel. Pero al contrario que en Moscú, dónde la mayoría de los visitantes son turistas, aquí son los ciudadanos chinos los que llenan de flores amarillas el vestíbulo como muestra de respeto. Al fin y al cabo, y pese a los errores garrafales del maoísmo, pesaron más los aciertos, y la figura de Mao sigue siendo venerada en China, si bien el sistema económico actual en el país difiere mucho de su doctrina. Otro lugar dónde se forman amplias colas de visitantes locales es la plaza de Ba Dinh, en Hanoi, capital de Vietnam. Aquí descansan los restos del tercer icono comunista, Ho Chi Minh, o tío Ho, como lo conocen afectuosamente los vietnamitas. Este venerable anciano con aspecto de maestro shaolín fue el artífice de la victoria sobre los colonizadores franceses primero, y después el único que ha conseguido una victoria militar en una guerra contra los EEUU. El precio que pagaron por no plegarse a los deseos del tío Sam fue muy elevado, pero la dignidad vale cualquier sacrificio, y hoy día la lucha revolucionaria del Vietcong es un ejemplo para todos y cada uno de los movimientos antiimperialistas en el mundo. Paradójicamente, Ho Chi Minh no pudo ver la victoria final sobre los EEUU, y su cuerpo embalsamado hubo de mantenerse 5 años más en las junglas de Vietnam hasta que pudo ser instalado en su mausoleo.

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Ho Chi Minh (izquierda) y Mao Zedong embalsamados y expuestos en la plaza Ba Dinh y Tian´anmen, respectivamente

La lista no acaba aquí: Georgi Dimitrov o Klement Gottwald fueron tambien embalsamados, aunque sus cuerpos no aguantaron el paso del tiempo por razones biológicas o ideológicas. Además de los anteriores, ha habido otros dirigentes en la misma situación, si bien no pueden considerarse comunistas. Kim il-sung y Kim Jong-il, padre e hijo, reposan ambos en un enorme panteón en Pyongyang. Su sucesor en el gobierno, Kim Jong Un, previsiblemente descansará en el mismo lugar, en la única e inverosímil dinastía socialista de la historia. Agostinho Neto, presidente de Angola, compartió destino con todos los anteriores. Por su parte, Eva Perón tiene el honor de ser la única mujer cuyo cuerpo fue embalsamado.

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En el sentido de las agujas del reloj: los cuerpos embalsamados de Eva Perón, Klement Gottwald, Kim il-Sung y Kim Jong-il.

El por qué de esta solución a la muerte de los líderes de distintos procesos revolucionarios ha sido objeto de debate, máxime cuando la mayoría de ellos rechazaron en vida ser embalsamados al morir, y sus deseos posteriormente olvidados por sus sucesores. La respuesta quizá haya que buscarla en uno de los pilares de la ideología comunista como es el ateísmo. Tras calificar a la religión, muy acertadamente, como el «opio del pueblo», los dioses, los santos y los diferentes guías espirituales dejaron de ser un referente para los seres humanos en estos sistemas políticos, que buscaban liberarse del yugo de la superstición y la ignorancia elevadas a un altar. Pero la necesidad de ejemplos factibles (y reales) que demostraran la posibilidad de este cambio radical en la estructura social de la humanidad convirtió a personas como Lenin o Ho Chi Minh en poco menos que santos seculares, y la relevancia de su obra se fundió con su condición humana.  A este hecho hay que sumarle que, para los sucesores de la obra de estos primeros revolucionarios, siempre es más sencillo apelar a su legado si el cadáver está de cuerpo presente, aunque sea un cuerpo frío, con aspecto de un muñeco de cera, y encerrado en una urna de cristal. Pero no deja de ser contradictorio que movimientos que apelan a la emancipación del ser humano y a la liberación del yugo de la religión, conviertan a sus propios iconos en poco más que el brazo incorrupto de algún santo de medio pelo. Y eso que aún no se les han atribuido milagros…

NO JUZGUÉIS SI NO QUERÉIS QUE OS JUZGUEMOS

audiencia-nacionalletreroEn la calle Génova, más o menos a la altura del cubil del Partido Popular, está la Audiencia Nacional. Este tribunal, de jurisdicción estatal, es la estrella mediática del poder judicial español. En sus salas han sido procesados dictadores y músicos, pasando por un amplio elenco de individuos acusados de quemar una foto o dar dos tiros en la nuca a una persona. Saltan a la vista las diferencias. Sin entrar a valorar los hechos, cabe preguntarse cómo actos a priori tan diferentes pueden ser equiparados con tanta facilidad ante la justicia y presentados por los medios como merecedores del mismo trato. Esta disparidad de criterios viene dada por su carácter de tribunal de excepción.

 La Audiencia Nacional se crea por decreto-ley el mismo día que se suprime el Tribunal de Orden Público de Franco, encargado de castigar los delitos políticos. Fue a través de la Ley de Reforma Política, la última de las leyes fundamentales del franquismo mediante la que se pretendía hacer una «voladura controlada del régimen». Coincidencia o no, lo cierto es que de por sí resulta ilegal crear un órgano judicial por decreto-ley. Y poco ético, si encima quien lo elabora son las cortes franquistas. Además, son presumibles los vínculos de la Audiencia Nacional con el citado Tribunal de Orden Público, empezando por la ubicación, pero sobre todo con el Tribunal Central de lo Penal, un proyecto que no llega a materializarse, pero que sienta las bases del nuevo órgano: centralizar de alguna manera la administración de justicia y facilitar su uso en «casos excepcionales». Uno de los nombres que se barajó fue precisamente el de Audiencia Nacional.

 Las competencias que se le atribuyen a la AN quedan vagamente delimitadas en el ordenamiento jurídico, si bien su función principal será, juzgar los delitos tipificados como terrorismo, en un momento en el que ETA era de gatillo fácil, y los malogrados GRAPO intentaban la vía armada. Por eso no fue difícil dotar a la Audiencia Nacional de los instrumentos necesarios para procesar estos actos, entre ellos la incomunicación o «técnicas de persuasión». Además, este tribunal tiene competencias sobre muchas otras causas que vienen determinadas poco menos que al libre albedrío. Así, pudimos ver a Eric Stern y Jaume Roura procesados por quemar fotografías de Juan Carlos y Sofía en un acto independentista en Girona, porque los delitos contra la monarquía los juzga la Audiencia Nacional. En cambio, va a ser más difícil ver allí a Iñaki Urdangarín, porque los delitos cometidos por la monarquía no los consideran de su incumbencia. El juez Ismael Moreno rechazó aceptar la causa en la AN y la derivó al juzgado de Palma. Quizá con el tiempo se enteren de que el mayor ataque a la monarquía española desde el 78 ha sido el caso Noós, y entonces sí, veamos a Iñaki juzgado en la AN.

 A la amalgama de competencias que poseen hay que sumar el crimen organizado, el narcotráfico, la falsificación de moneda, impugnación de convenios colectivos, recursos contencioso-administrativos del gobierno o crímenes cometidos fuera del territorio español contra ciudadanos españoles. Fue precisamente esta disposición la que permitió enjuiciar al dictador chileno Augusto Pinochet, en uno de los procesos destacados de este tribunal. Lástima que lo que es válido para Chile no lo sea para España, y aquí los crímenes del franquismo siguen sin ser juzgados (ya no digo condenados…). Lo intentó Baltasar Garzón en ambos casos, uno de esos jueces marca de la casa que gustan del poder salomónico que otorga el juzgado de instrucción de la AN. La respuesta fue clara: aquí puedes jugar a lo que tú quieras, pero con nuestras normas.

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La banda musical S.A. declara en la Audiencia Nacional

En los bancos de madera de la AN se ha sentado Txapote, el etarra que mató, entre otros, a Miguel Angel Blanco. Y también Manel F., un genial humorista gráfico, por la portada de El Jueves en la que Felipe le da amor a Letizia. Se ha sentado Rodrigo Rato, a declarar por el mayor pufo de nuestra joven dictacracia. Y Juan, cantante de S.A., por las letras de sus canciones. Se ha sentado Díaz Ferrán, un empresario estafador y sin escrúpulos, y también muchas personas acusadas de delitos contra la organización del Estado por hacer lo que deberíamos estar haciendo todos: rebelarnos. Ante semejante vara de medir, vaya usted a saber. Jorge Fernández Díaz, ministro de interior, ya dejo entrever que el aborto «tenía algo que ver con ETA«. De ahí a la Audiencia, es cuestión de paciencia…

LA MALA EDUCACIÓN

Me permito tomar prestado el título a Pedro Almodóvar, de una película que no he visto. Del tema a tratar tampoco estoy muy documentado, así que todo cuadra. La educación es sin duda compleja. Los modales no, saber estar es algo relativamente sencillo. Lo complejo es la Educación con mayúscula, la que forma al individuo, lo dota de herramientas para aprovechar mejor su existencia y lo convierte en útil para la sociedad. Con todo lo que esto implica.

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Jose Ignacio Wert, Ministro de Educación y artífice de la LOMCE.

Suenan tambores de guerra en las aulas. La reforma educativa ha puesto en pie a profesores, alumnos, padres, madres, y ciudadanos en general, en otro frente abierto en el asalto del Capital (¿que es eso de «los mercados»?) al sector público, y de la religión a la laicidad del Estado. La LOMCE está hecha al gusto del partido que gobierna, y no son buenos tiempos para la lírica, ahora se llevan los números. Pero sería de inocentes sorprenderse. Desde la publicación de aquella estupenda obra de ficción llamada Constitución Española de 1978, hemos vivido un baile de siglas, todas tan parecidas (LOGSE, LODE, LOCE, LOE) que hasta se agradeció el literario nombre del «Plan Bolonia». Llegaban, agitaban los pasillos y las conciencias de los adolescentes, el telediario se hacía eco de su disconformidad sin profundizar en los motivos y luego caían como una losa sobre el programa educativo, enfangando más que ayudando. Y de paso, favoreciendo un enfoque mercantilista de la enseñanza, en dónde se la quiere poner a dar beneficios como si de un fondo de inversión se tratase.

Modelar un sistema educativo que complemente al sistema económico es el sueño húmedo de Don Dinero, y aunque sus esbirros son pocos y cobardes, ocupan los puestos cruciales. Nadie dude que la nueva reforma nos la vamos a comer con patatas, pero con la de mierda que tragamos, una mas… ¿no? No. El colegio no es una cosa de niños. Muy pocas cosas nos van a acompañar hasta que seamos viejos, pero una de ellas será la educación recibida. Moriremos sabiendo quien fue Ghandi, que descubrió Pasteur, que escribió Shakespeare, por qué llueve o cómo se hace una regla de tres. Los más afortunados, además, guardarán recuerdos nítidos de los años en los que lo aprendieron, cuando el mundo cabía en un patio y duraba lo que un recreo. Por eso es tan importante que lo que aprendamos esos años, lo que ya no olvidaremos, no este regido por intereses de ningún tipo, y mucho menos económicos o ideológicos. La falsa idea de la productividad, valorada en beneficios, no tiene cabida en las instituciones de enseñanza, ni primaria ni superior, porque su labor no debería tener nada que ver con cochinos euros. Su labor es formar a los ciudadanos que, luego sí, contribuirán productivamente a la sociedad de la manera que estimen oportuna en función de su criterio.

Igualmente, los métodos y los programas de enseñanza deben ser revisados. Revisados por profesores y pedagogos, no por políticos. Y mucho menos por curas. España ya tuvo su propia travesía por el desierto, 40 años de nacional-catolicismo que llenó las aulas de crucifijos y las vació de ciencia y de cultura. Adán sutituyó a Darwin y Eva a Marie Curie. Parecía que habíamos dejado atrás esos tiempos, pero ahora, los herederos del legado de Franco quieren volver a imponer sus dogmas donde más daño pueden hacer: en las inocentes y aún en fase de formación, cabezas de nuestros hijos, hermanos, sobrinos o vecinos. Y una cosa es respetar las creencias de los demás en el ámbito privado y otra cosa muy distinta es imponérserlas al conjunto.

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Dicen que necesitamos una reforma educativa. Yo no lo creo así. Necesitamos una revolución educativa. Un cambio radical en la manera de transmitir a futuras generaciones los conocimientos necesarios para su desarrollo. Basta ya de fomentar la competitividad y la exclusión. Bienvenido sea un enfoque social e igualitario. Basta ya de «¿A cuanto tiene que vender Jaimito las manzanas para obtener X pesetas?». Es momento de «Cuantas manzanas tiene que plantar Jaimito para poder dar una a cada habitante de su pueblo?». Otro gallo nos cantaría.

JUAN MARCH, LOS NEGOCIOS DE LA GUERRA.

A lo largo de la historia, podemos encontrar personajes muy dados a exhibirse. Les gusta la fama, copan las conversaciones y las portadas y buscan siempre el primer plano, muchas veces supliendo con este reconocimiento popular su falta real de poder o de relevancia en términos históricos. De igual manera, hay otros individuos que rehuyen de plano esta visibilidad, eligiendo las sombras de la incertidumbre para moverse y realizar sus actividades. Esa posición es mucho más cómoda si realmente se ostenta poder, pues no es necesario dejarse ver para ejercerlo, y evita que se encuentren en la diana de la opinión pública. Y si encima las actividades a las que se dedican son ilícitas, sólo un bobo se pondría debajo de los focos teniendo detrás la seguridad de las bambalinas.

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Juan March Ordinas, Mallorca 1880- Madrid 1962

Juan March Ordinas, nacido en 1880, no era ningún bobo. Inculto, quizá, pero con tanta inteligencia como pocos escrúpulos. Este empresario mallorquín «hecho a sí mismo», como gusta el capitalismo denominar a sus cachorros, fue capaz de salir de su pequeño pueblo en la isla de Mallorca y convertirse presuntamente en la séptima fortuna del mundo, si bien en el turbio mundo de las finanzas nunca se sabe, pudo ser mucho menos, o mucho más. Para ello, el conocido cómo Verga en su pueblo por la vara que su padre usaba en la cría de cerdos, tiró de repertorio. Un poco de dinero aquí, unas tierras allá, contactos en lo más alto y también en lo más bajo, y pronto era el rey del contrabando de tabaco en España.

La llegada de la I Guerra Mundial fue como una lluvia de maná para sus arcas, y negoció indistintamente con los alemanes y los británicos, sacando jugosas tajadas por el «esfuerzo». Durante la II Guerra Mundial, más de lo mismo. Este es un rasgo que le acompañaría toda su vida: incluso habiendo estado  metido en política, habiendo participado económicamente en la guerra y habiendo sido un apoyo del franquismo, tanto al principio como al final, la única lealtad que Juan March conocía era para les pessetes. En su historial, además, cuenta con sospechas fundadas de asesinato, conspiración, e incluso una fuga de la cárcel de Alcalá de Henares en 1933, primera y única vez que pisaría un calabozo después de que la II República consiguiera encerrarle debido a sus actividades económicas irregulares. Como venganza, el mallorquín financiaría años más tarde el golpe de estado del 18 de Julio del 36, siendo su dinero un factor clave para la victoria de Franco. Quien crea que lo hizo por convicciones, yerra. March sólo sabía pensar en el beneficio económico.

Más de 50 años después de su muerte, su figura sigue siendo un enigma. Poca gente conoce realmente quién fue Juan March, y poco más sabemos de él aparte de que a su muerte legó una fundación, a la manera de Rockefeller o Carnegie, para pasar a la historia como un filántropo y no como un vulgar mafioso. Pero no es el único vestigio del apellido March. La Banca March sigue funcionando en nuestros días, con grandes inversiones en los principales grupos empresariales españoles. Indra, Acerinox, ACS o Prosegur cuentan con importantes sumas de capital provenientes del imperio del Verga. En un intento por esclarecer los hechos que rodean a este controvertido personaje, la cadena de television catalana TV3 ha realizado el documental «Juan March, los negocios de la guerra«, del que podéis ver la versión en castellano un poco más abajo. En él, gracias al acceso a archivos desclasificados recientemente, se prueban no sólo los turbios negocios de March, sino también su falta de toda ética. El propio Winston Curchill no dudó en afirmar que era un «facineroso de la peor calaña»…justo antes de decir que sus intereses comerciales estaban de parte de Inglaterra, por lo que era válido cómo aliado. Los nazis hicieron la misma apreciación. El dinero no entiende ni de colores ni de moral. O dicho de otro modo, la pela es la pela.

«ESTADO DE SITIO», DE COSTA-GAVRAS (1972)

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9 de Agosto de 1970. En el barrio de La Unión, en Montevideo, alrededor de las 4 y media de la madrugada, una patrulla de policía localiza un Buick 1948 que figura en los archivos policiales como robado. En el asiento trasero, con los ojos vendados y cuatro balazos, se halla el cadáver de Dan Mitrione, un ciudadano estadounidense afincado en Urugay que había sido secuestrado por el Movimiento de Liberación Nacional 10 días antes. ¿Quién es en realidad este señor y por qué ha sido objetivo de los Tupamaros?

Con estas premisas comienza el film franco-italiano Estado de sitio, del director Costa-Gavras, que pone la mirada en la descarada e impune injerencia de los Estados Unidos en América Latina durante varias décadas, hasta el día de hoy. Una producción valiente, pues se rodó apenas un año y medio después de los hechos, cuando todavía no existían los archivos desclasificados, y sólo los que las habían sufrido sabían de las prácticas de los servicios secretos del gobierno de EEUU.

De la mano del comprometido director de origen franco-griego, y con Yves Montand interpretando a Phillip Santore (alter-ego de Dan Mitrione), descubriremos que quien parecía ser un funcionario técnico de la Agencia para el Desarrollo Internacional estadounidense es en realidad un agente ligado a la CIA y especializado en métodos de contrainsurgencia, es decir, de la represión de los movimientos políticos y sociales enfrentados a la dominación capitalista del cono sur. Represión en el sentido más amplio de la palabra, desde la tortura de los opositores hasta su eliminación física. Nada nuevo. Brasil, Chile, Panamá, Guatemala, El Salvador, República Dominicana… la lista es larga. Prácticamente todos los países de Latinoamérica han sufrido el despotismo estadounidense, que para lograr sus objetivos no dudó en aplicar los métodos mas despiadados: del tradicional pau de arará, al mas moderno y técnico electroshock, del que Dan Mitrione era al parecer un experto.

Podría interpretarse esta actitud por parte de los Estados Unidos como un intento de salvaguardar su posición privilegiada frente al fuerte impulso que estaba tomando la izquierda en América Latina, en un escenario geopolítico donde la URSS, todavía viva, y focos revolucionarios como Cuba o Vietnam, hacían pensar al Imperio que sus días se acababan. Pero la razón principal era otra, mucho más simple. Estados Unidos no quería perder el dominio económico de Latinoamérica, para lo cual necesitaba también el dominio político. Y para ello nada mejor que un gobierno títere, mejor si es una dictadura militar, que costase poco de manejar y reportase pingües beneficios a las arcas del tío Sam. En palabras de uno de los personajes de la película, uruguayo, a un estadounidense: Ya sea bebiendo cerveza, tomando aspirinas, limpiándose los dientes, cociendo los alimentos en una cacerola de aluminio, utilizando un frigorífico o calentando una habitación, todos los días cada ciudadano de mi país contribuye al desarrollo de la economía del suyo. Mas claro, el agua.

Como curiosidad, aunque ambientada en Uruguay, la película se rodó en Chile, dónde entonces gobernaba el presidente Salvador Allende a la cabeza de una coalición de fuerzas de izquierda, la Unidad Popular. Quien le iba a decir que poco más tarde los chilenos sufrirían en sus carnes las atrocidades que ya habían sufrido antes sus vecinos, tras el golpe de Pinochet apoyado por la CIA, que entre otros torturó y asesinó al cantautor Víctor Jara. Como no podía ser de otro modo, la película, demasiado reveladora para una dictadura, fue prohibida.

EL ÁGUILA Y LOS «AGUILILLAS»

Que hubo (y hay) gente muy satisfecha con el franquismo que dirigió España durante 40 años es una evidencia. No hablo de ignorantes que gritan en un partido de fútbol, ni de lectores de las novelas de ficción que escribe Pío Moa, ni de mis abuelos. Hablo de «los privilegiados», personas de la órbita del poder franquista que alimentaron sus arcas de las migas que rascaban a la maquinaria nacional-catolica. Empresarios, militares, aristócratas, curas, falangistas… Todos obtuvieron sus prebendas, las 30 monedas de plata que dió Francisco Franco a aquellos que hicieron posible su triunfo, porque fue suyo y de nadie más, a costa de traicionar a su patria, si, como suena. Se habla de estancos cedidos a familias afines a la dictadura para su explotación. Y están los colegios cedidos a la Iglesia, para su explotación. Y la tierra entregada a la aristocracia, también para su explotación, aunque el que se dejara las manos en el campo fuera otro.

Pasaron los años. El país, dirigido siempre por el (los) mismo (s), iba cambiando sus formas pero no sus modos. A la autarquía de posguerra le siguió la apertura de comienzos de los 60, a la vera de un presidente estadounidense al que le gustaba tanto el cerril anticomunismo de Franco que hacía por no ver la represión a la que sometía a la población, o mas probablemente le daba igual. Y a esta apertura le siguieron una serie de «oportunidades» que no tardaron en acabar en manos de lo que entonces se llamaba tecnocracia pero siempre fue el Opus Dei.

Así las cosas, Franco envejecía pescando languidamente en algún río mientras sus más cercanos se llenaban los bolsillos y todos los demás no podían ni pisar el césped ni hacer una huelga, y con la izquierda ni coger el lápiz. España seguía siendo, treinta años después de la II Guerra Mundial, una dictadura heredera del auge del fascismo en los años 30. Pero nada dura para siempre, y la transición en España no se llamó ni Adolfo Suárez ni Juan Carlos I, sino Operación Ogro, la bomba que ETA colocó debajo de una alcantarilla haciendo saltar por los aires al sucesor de Franco en el gobierno, el almirante Carrero Blanco. Sólo entonces se planteó al Borbón como próximo Jefe del Estado en España.

De repente la dictadura estaba tan moribunda como su líder. Las Familias del franquismo, y no me refiero a las cartas, pusieron sus barbas a remojar a toda prisa mientras veían cuajar la Revolución de los Claveles en Portugal, un vecino al que no saludamos ni en el ascensor, pero que se parece mucho a nosotros. El anuncio de Arias Navarro, entonces presidente del gobierno, de la muerte de Paco fue el pistoletazo de salida de una carrera que bien podría ser un remake del mundo loco de Stanley Kramer. El dinero estaba al otro lado, en la democracia, ¿cómo no podían verlo esos obtusos del Búnker? Gracias a Dios y a Escrivá de Balaguer los había más espabilados, y un energético y todavía inteligible Manuel Fraga se ponía manos a la obra y daba forma a Alianza Popular. Recopilar a un buen puñado de ex-ministros franquistas y sentarlos en el congreso no le fue muy difícil. Pronto llegaron refuerzos, sangre nueva vistiendo camisas viejas pero actualizadas, que sustituyeron el cara al sol saludando con maletines al floreciente liberalismo económico, monárquico y vertical, más cómodo que la severa vigilancia del águila. Para cuando Alianza Popular cambiaba su nombre por Partido Popular, aquello era ya un buen nido de «aguilillas», que se repartían la carnaza con buitres socialistas obreros españoles. De gaviotas, nada de nada.

 

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CÁDIZ, TACITA DE PLATA

Rodeada de agua y piedra, Cádiz espera a que se la visite, sin hacer ruido nada más que en Carnaval, cuando más se gusta a sí misma. Situada en el extremo suroccidental de la Península Ibérica, puede parecer alejada, distante, pero es una concepción errónea: Cádiz es una de las ciudades más importantes en la historia de España, y no son pocos los acontecimientos que se han desarrollado en sus entrañas.

Empecemos por el principio: Gádir, cómo la llamaron los fenicios, fue fundada en el siglo XII A.C. por este pueblo marinero y comerciante que encontró en su ubicación geográfica una inmejorable plaza desde la que lanzar sus expediciones. Entre el Atlántico y el Mediterráneo, entre África y Europa: que más se puede pedir. Estas condiciones forjaron la idiosincrasia de la ciudad: Cádiz vive de y para el mar. La pesca o las actividades portuarias consistieron durante años en su principal actividad económica, más aún con el dominio colonial español tras el descubrimiento de América en 1492.

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Vista general de la ciudad de Cádiz.

Con la conquista que sucedió a los viajes de Cristobal Colón llegarían los años dorados para la ciudad: España necesitaba puertos desde los que zarpar rumbo al Nuevo Mundo, y dónde recibir los barcos cargados de oro y materias primas que volvían de él. Cádiz, por su clima y su ubicación, cumplía a las mil maravillas las condiciones necesarias para la corona española, convirtiéndose así en la plaza de referencia a la hora de tratar con los territorios de ultramar. Su estatus la convirtió en el blanco de piratas como Barbarroja o corsarios como Francis Drake (este último a sueldo de la corona británica) y más tarde fue tomada por una escuadra anglo-holandesa al mando del almirante Charles Howard. Era obvio que la ciudad necesitaba protección, y se inicia la construcción de una muralla que se acabaría en el siglo XVIII y de la que aún quedan testigos, como la Puerta de Tierra que separa el casco antiguo de la zona de extramuros.

Este ir y venir de barcos provocó el ir y venir de gentes de toda índole, condición social y posicionamiento político, aportando a Cádiz pluralismo y multiculturalidad, caldo de cultivo del Liberalismo. En efecto, Cádiz fue el mas importante núcleo liberal en la oscura España de principios del XIX. Allí se proclamó La Pepa, la primera constitución de la historia de España, en 1812. Allí recaló también el general liberal Rafael del Riego durante su periplo por Andalucía en busca de apoyos para la implantación de la Constitución en 1820. Tras un comienzo incierto, su pronunciamiento fue finalmente seguido por el pueblo, obligando al monarca absolutista Fernando VII a firmarla, y dando lugar a la canción satírica Trágala. Poco duró la ilusión constucional, ya que tres años después se encargaría de abolirla por la fuerza. La Gloriosa, revolución de corte democrático e intenciones republicanas que se inició en 1868, nace también en los cuarteles gaditanos.

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La promulgación de la Constitución de 1812, cuadro pintado en 1912 por el pintor gaditano Salvador Viniegra.

A Cádiz, no obstante, le quedaba ya poco tiempo de esplendor. Con la paulatina independencia de las colonias en América perdió poder, y tras el desastre del 98 comienza la etapa más dura para la ciudad, con el cierre de astilleros y el aumento del paro. Sólo el turismo ha logrado mitigar estas circunstancias, gracias a los encantos naturales de la provincia más meridional de España y al descomunal patrimonio histórico y cultural de la zona, siempre dispuesto a contarte una historia nueva cada vez que lo visitas.

DE PAPA A PAPA

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Joseph Ratzinger y Jorge Mario Bergoglio en Castel Gandolfo

No, no nos hemos emborrachado de vino de misa y estamos viendo doble. En efecto, esta mañana en Castel Gandolfo había dos Papas (que no dos papás, que eso son peras y manzanas y las peras y las manzanas no pueden adoptar). Benedicto XVI, al que le faltaron fuerzas para seguir al frente de una Iglesia que no está muy católica que digamos, recibía a Francisco I, el nuevo representante de Dios en la tierra, que ha asumido el cargo con una actitud loable, la de acercarse a los más desfavorecidos, pero francamente difícil. Después de 2013 años de trayectoria, que se dice pronto, las tesis de Jesucristo  y las del Vaticano son cómo el aceite y el agua (bendita).

Hay otro hecho histórico en la persona de Jorge Mario Bergoglio: es el primer Papa no europeo de la historia. Concretamente argentino, ché.  El continente con más católicos del planeta no había accedido hasta ahora al poder en la esfera religiosa, quizá porque abrazaron la fe tarde (los indígenas no estaban por la labor, pero las biblias de frailes como Bartolomé de las Casas les convirtieron en devotos creyentes, y para los que se resistían siempre estaban las espadas de conquistadores como Hernan Cortés). Así, hemos podido ver a Francisco I reunirse con Cristina Fernández Kirchner, presidenta de Argentina, que pese a sus enfrentamientos con Bergoglio cuando era el arzobispo de Buenos Aires por temas como la homosexualidad (adivinen quien estaba a favor y quien en contra), ha sabido relegar su recelo en pos del orgullo nacional. La procedencia del Papa también dio lugar a las estrambóticas declaraciones de Nicolás Maduro sobre este tema: «Nosotros sabemos que nuestro comandante (por Hugo Chávezascendió hacia esas alturas y está frente a frente a Cristo, alguna cosa buena influyó para que se convoque a un Papa suramericano». Ver para creer.

Benedicto y Francisco tienen muchas diferencias entre sí. El primero es teólogo, de mirada dura y semblante serio, amante de la tradición y el orden, y muy dado a dar discursos quizá muy elevados, pero por eso mismo incomprensibles para las masas de creyentes, si bien no entender no es causa suficiente para no idolatrar. Hasta conocimos a sus grupis durante las Jornadas Mundiales de la Juventud, que mostraron su afecto al icono pop del momento: Benedicto equis-uve-palito.

Enfrente, Francisco I, que ya de entrada ha comenzado sustituyendo el oro por la plata y dejando en casa su opulento manto rojo de piel de armiño. «¡Que humilde!», pensaréis. Pues eso no es nada. Al parecer, también viaja en metro, ha cambiado el papamovil por un jeep descubierto, está abonado a un club de fútbol y pagó él mismo la cuenta del hotel donde se alojó en Roma durante el cónclave. Arrodillaos, pues, ante el Papa de los pobres.

Pero más allá de su actitud o su imágen, existe un punto común dónde Bergoglio y Ratzinger coinciden, y es en su pasado. Mas concretamente, en las sospechas sobre su pasado. El alemán perteneció a las Juventudes Hitlerianas. Sobre el argentino pesa la sombra de colaboración, o por lo menos indiferencia, durante la dictadura militar argentina. No es nuevo, ya ocurrió antes. Y ocurrirá mas veces. Aún así, suerte, Paco. La vas a necesitar.

Aquí podeis ver el vídeo de la reunión entre ambos pontífices.

«EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO», J.D.SALINGER

Cuando Jerome David Salinger escribió esta novela en 1951, difícilmente podía imaginarse que su protagonista, Holden Caulfield, trascendería mas allá de las páginas que le dieron vida. Siempre rodeada de un halo de controversia y polémica, El guardián entre el centeno se ha hecho un hueco en el panteón de las letras del siglo XX. Con su lenguaje provocador y su carácter irreverente y escéptico, plasma de una forma cabal las contradicciones e incertidumbres de la adolescencia, y las dudas e inseguridades de la vida en general, a través de los ojos de un muchacho rebelde, inmaduro y un tanto cínico, pero también inteligente, perspicaz y algo confuso.

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Portada de la primera edición, 1951. PINCHA EN LA IMAGEN PARA DESCARGAR EL LIBRO EN PDF.

La obra narra, en primera persona, las peripecias de Holden desde que es expulsado de la elitista escuela a la que acude hasta que regresa con sus padres y su hermana, tras haber pasado unos días vagando por Nueva York, intentando apaciguar su ansiedad a la par que haciendo tiempo para que en su casa no se enteren de su expulsión. La sexualidad o la perdida de los valores tradicionales son tratados sin tapujos en la novela, asociados a las mujeres, al alcohol, y a la vida adulta. Fue esta prosa descarada y directa lo que le valió no pocas críticas, denunciando el lenguaje ofensivo del que hace gala el protagonista, y la posibilidad de que éste corrompiese a la juventud estadounidense. Pese a los primeros intentos de censura, finalmente pesó mas su calidad literaria, y el libro es uno de los mas leídos en las aulas de los institutos.

Existe, sin embargo, otra razón por la que este libro es internacionalmente célebre: desde su publicación, no pocos perturbados lo tomaron como obra de referencia, diciendo sentirse identificados con el nihilismo de Holden Caulfield. El más famoso de todos ellos, Mark Chapman, lo es por haber asesinado a John Lennon, de la banda The Beatles, en Central Park, durante el invierno de 1980. Tras disparar cinco veces contra el cuerpo del músico, esperó la llegada de la policía leyendo unos pasajes de una edición recién comprada en la que había escrito «mi declaración» y había firmado con el nombre de su joven protagonista. Robert John Bardo portaba consigo una copia cuando disparó a quemarropa contra la actriz Samantha Rogers. Y el autor de los disparos contra Ronald Reagan en 1981 estaba también en posesión de la novela, si bien su obsesión era con otra obra de culto, Taxi driver, y su protagonista, Jodie Foster.

Aún con todas las funestas consecuencias, Salinger había escrito una obra cumbre, la mejor de su carrera. Y entonces tenía apenas 30 años, unos pocos escritos y un carácter particular. Después nunca lograría superar la repercusión de El guardián entre el centeno, y ante la presión de el éxito decidió retirarse de los focos de la vida pública hasta su muerte en 2010 por causas naturales. Si su historia hubiese sido cierta, Holden tendría hoy 96 años, y aquella extraña semana de sus 17 sería apenas un recuerdo en su desgastada memoria. Quizá mas tarde, tras toda una vida buscando, encontrase la respuesta a esa pregunta que tanto le intrigaba: ¿Dónde diablos van los patos del lago en invierno?

UN MAL MOMENTO PARA ALFREDO

Tranquilo y pausado, con ojos pequeños y tristes, sonrisa de enseñar los dientes, barba, alopecia y una potente retórica que encaja sin fisura en su figura de político. Es obvio que no atraviesa un buen momento profesional, pero Alfredo Pérez Rubalcaba es un dinosaurio parlamentario, cuya trayectoria ha ido pareja a la del partido que hoy lidera, el PSOE, a partir de la transición.

rubalcaba

Alfredo Pérez Rubalcaba de joven.

Nació en Cantabria en 1951, cuando la posguerra daba sus últimos coletazos, e ironías de la vida, su padre fue aviador en el bando sublevado, pasándose más adelante a la aviación civil. Alfredo optó por la química, llegando a impartir clase en la Universidad Complutense de Madrid. Obtuvo también buenos resultados practicando atletismo, y si bien su figura actual no es la de un deportista (el paso del tiempo todo lo borra), pocos superaban sus marcas entonces. Pero todo esto no tendría hoy ninguna relevancia si no fuese por su afiliación, en 1974, a un partido que entonces corría tanto cómo él para ponerse en forma tras 35 años de inactividad, el mismo que convertiría a Alfredo en una figura pública con poder en el devenir del estado español. Fue el año del famoso Congreso de Suresnes, cuando tras la caída de la dictadura salazarista en Portugal durante la Revolución de los Claveles, y dado la delicada salud de Franco, el PSOE vió una oportunidad única para tomar el tren de la socialdemocracia. Se desprendió de la vieja guardia, representada por Rodolfo Llopis, y un joven Felipe González asumió la dirección del partido, al que llevaría en 1979 a abandonar las tesis marxistas, y 3 años más tarde, en 1982, a ganar unas elecciones generales con el récord de votos y unos postulados similares a las demás fuerzas socialdemócratas de Europa.

El PSOE había conseguido pasar de la nada al todo, y un todavía joven Alfredo ocupó diversos puestos en el gobierno, llegando a ministro en 1992 y a portavoz del gobierno un año más tarde al iniciarse una nueva legislatura. Desde ese puesto tuvo que lidiar con los escándalos de corrupción en el Partido Socialista que acabarían con el gobierno en 1996, resultando elegido Jose María Aznar. Volverían los socialistas al poder 8 años mas tarde, ya sin el aura reformista de Felipe pero con las maneras conciliadoras de Zapatero y Rubalcaba (lo que se dio en llamar talante) frente a la soberbia de Aznar. Como Ministro del Interior, Alfredo se colgó algunas medallas, la más brillante la de lograr el fin de la actividad armada en Euskal Herria, un trofeo en juego desde la restauración democrática en España. Pero pesaron mas los estrepitosos fracasos de su partido durante la crisis económica actual (reforma constitucional incluida), que quitó al PSOE su máscara, ya algo ajada, de partido con vocación social, y cuando hubo de ponerse al frente por fin, recogiendo el testigo del liderazgo en el partido, apenas quedaba un manojo de políticos deslegitimados para gobernar y una masa de votantes que les reclamaban explicaciones. Una mala llegada después de una carrera tan larga, pero todavía puede desempeñar algún papel en el desmorone de la democracia española. De momento, nadie pide su dimisión, no interesa… por lo menos entre sus rivales.

Para conocer mejor los puntos de vista de Alfredo Pérez Rubalcaba, nada mejor que su cuenta de Twitter.