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UN MAL MOMENTO PARA ALFREDO

Tranquilo y pausado, con ojos pequeños y tristes, sonrisa de enseñar los dientes, barba, alopecia y una potente retórica que encaja sin fisura en su figura de político. Es obvio que no atraviesa un buen momento profesional, pero Alfredo Pérez Rubalcaba es un dinosaurio parlamentario, cuya trayectoria ha ido pareja a la del partido que hoy lidera, el PSOE, a partir de la transición.

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Alfredo Pérez Rubalcaba de joven.

Nació en Cantabria en 1951, cuando la posguerra daba sus últimos coletazos, e ironías de la vida, su padre fue aviador en el bando sublevado, pasándose más adelante a la aviación civil. Alfredo optó por la química, llegando a impartir clase en la Universidad Complutense de Madrid. Obtuvo también buenos resultados practicando atletismo, y si bien su figura actual no es la de un deportista (el paso del tiempo todo lo borra), pocos superaban sus marcas entonces. Pero todo esto no tendría hoy ninguna relevancia si no fuese por su afiliación, en 1974, a un partido que entonces corría tanto cómo él para ponerse en forma tras 35 años de inactividad, el mismo que convertiría a Alfredo en una figura pública con poder en el devenir del estado español. Fue el año del famoso Congreso de Suresnes, cuando tras la caída de la dictadura salazarista en Portugal durante la Revolución de los Claveles, y dado la delicada salud de Franco, el PSOE vió una oportunidad única para tomar el tren de la socialdemocracia. Se desprendió de la vieja guardia, representada por Rodolfo Llopis, y un joven Felipe González asumió la dirección del partido, al que llevaría en 1979 a abandonar las tesis marxistas, y 3 años más tarde, en 1982, a ganar unas elecciones generales con el récord de votos y unos postulados similares a las demás fuerzas socialdemócratas de Europa.

El PSOE había conseguido pasar de la nada al todo, y un todavía joven Alfredo ocupó diversos puestos en el gobierno, llegando a ministro en 1992 y a portavoz del gobierno un año más tarde al iniciarse una nueva legislatura. Desde ese puesto tuvo que lidiar con los escándalos de corrupción en el Partido Socialista que acabarían con el gobierno en 1996, resultando elegido Jose María Aznar. Volverían los socialistas al poder 8 años mas tarde, ya sin el aura reformista de Felipe pero con las maneras conciliadoras de Zapatero y Rubalcaba (lo que se dio en llamar talante) frente a la soberbia de Aznar. Como Ministro del Interior, Alfredo se colgó algunas medallas, la más brillante la de lograr el fin de la actividad armada en Euskal Herria, un trofeo en juego desde la restauración democrática en España. Pero pesaron mas los estrepitosos fracasos de su partido durante la crisis económica actual (reforma constitucional incluida), que quitó al PSOE su máscara, ya algo ajada, de partido con vocación social, y cuando hubo de ponerse al frente por fin, recogiendo el testigo del liderazgo en el partido, apenas quedaba un manojo de políticos deslegitimados para gobernar y una masa de votantes que les reclamaban explicaciones. Una mala llegada después de una carrera tan larga, pero todavía puede desempeñar algún papel en el desmorone de la democracia española. De momento, nadie pide su dimisión, no interesa… por lo menos entre sus rivales.

Para conocer mejor los puntos de vista de Alfredo Pérez Rubalcaba, nada mejor que su cuenta de Twitter.